Por Palujo
Lejos de la traición sea de autoridad, periodista, doctor o ciudadano cualquiera, el día lunes 1 de noviembre de 2015, miembros de la Plataforma Interinstitucional Celendina, estuvieron, nuevamente, por las comunidades de nuestra provincia.
Como si fuera la primera vez, con los mismos bríos, recomenzaban su labor en defensa del agua y la vida, contra la acción criminal de los depredadores del mundo. Tacarpo, San Isidro, Lagunas y Chugur fueron los lugares donde, ansiosos campesinos, los esperaban para, entre otras cosas, preguntarles acerca de las mentiras que vienen desparramando, como el mercurio en Choropampa, los mineros para dividirlos y así vendan sus tierras que no es otra cosa más que vender a su pueblo. Al pasar por estos poblados, como siempre, tomaron algunas fotografías de sus paisajes, distintos a los ubicados en lado norte de Celendín. Bosques espesos los diferencian. Pero, lo que más les impresionó, no fue, como pudiera pensarse, el encanto de su cielo y de su tierra que sus cámaras captaban, ni los cánticos tristes y monótonos que en el cementerio de Chugur, los campesinos entonaban, lo que conmovió su alma, fortalecida por los avatares de la lucha, fueron las imágenes que más allá, al día siguiente, luego de descansar en Bambamarca, pudieron observar: Sí, en Hualgayoc, la tierra, ese espacio pequeño de nuestra morada, clama por su vida. Y es que los tubos, las heridas sangrantes, los ejércitos de gusanos y maquinarias nauseabundas, que, amontonados sobre las vísceras de la Mamapacha realizan su depredadora acción, conmueve a todo aquel que pasa por esta especie de laboratorio de la muerte que te hace imaginar visitando desesperado la sala de operaciones de un tenebroso lugar, porque los “galenos” (los llamaríamos así si sería un verdadero nosocomio), en lugar de salvar vidas hacen todo lo contrario. La tierra, nuestra Madre, en Hualgayoc y cerca de la capital cajamarquina, es un espacio que se encuentra secuestrado y pidiendo auxilio. Impotencia y cólera sientes al ver sonreír a los matarifes mostrando sus enormes colmillos, como robots, hipnotizados. Parece la sala de cuidados intensivos de un hospital pero, en este caso, no para curar enfermedades: es un camal donde impunemente se está matando a la tierra. La gente pasa en sus vehículos y, atónita, no sabe qué hacer ni qué decir. La madre tierra sufre el cáncer que los hambrientos del oro, de este nefasto poder, están sembrando en sus entrañas. Es muy doloroso ver todo esto, y, como el día lunes que pasó, día de los difuntos, en el que nuestros hermanos visitan, cantan y lloran sobre las tumbas de sus seres queridos en los cementerios; si no hacemos nada hoy para salvar la Mamapacha, mañana será muy tarde, ya que, como ellos lo hacen, las generaciones futuras no podrán asistir a ninguna ceremonia para velar sus difuntos porque, con la muerte de la tierra, llegará nuestra propia muerte.
Fotos
0 comentarios:
Publicar un comentario