Carácter de su poesía
precedente
Y es que Ulises, no obstante ser un poeta de
origen humilde, es un poeta culto, alguien que se ha nutrido de la poesía peruana
y universal. Y ha alcanzado una personalidad poética muy propia. Pero su poesía,
que ha expresado un profundo yo doliente, un profundo sentimiento de marginalidad,
de la miseria humana, de tristeza y desconsuelo, quizás por ese origen social
del que proviene -y en ese sentido expresa un dolor muy humano-, se había entrampado,
se había encerrado en un existencialismo que, salvo con intermitencias, no
había explorado referentes de mayor
vitalidad, una posible reversión a ese estado de desesperanza.
En esa creación anterior, el yo poético no sólo se ha reconocido miserable
sino que, de tanto serlo, se ha percibido dañino, destructivo. Dice en su poemario Tiempo de 1995:
“Sé que
tengo en mí
Un ser
que apesta, que hace pus
Que son
mis venas ríos
Por
donde recorren servidas aguas de pútridos olores
Sé que
doy miedo, que a mi paso
Las
aves, las tiernas aves, se van, se van
Que
dentro de mí existe maléfica guarida
Que
engendra odio y rencor
Pululan
los nidos dormidos de mi infancia…”
Tiempo, p. 19
Esta poética -sobre todo en Tiempo, 1995, y en Nido de sierpes, 2004- ha sido recurrente en expresar esa
desesperanza asfixiante, un profundo pesimismo que se ha ido hermanando con ese
influjo de acento formalista y esteticista del que se ha nutrido. Un tono
modernista, preciosista, a veces, siempre un lenguaje sutil, bien elaborado, con
una temática recurrente en lo desesperanzado: abismo, soledad, alma, cansancio,
vejez, el ser abstracto, muerte, tiempo transcurrido, son temas o categorías
recurrentes en su poesía que linda en lo trascendente. “Triste, triste hasta la muerte/ en mi alma ya no cabe un ataúd…”
Dice el poeta en Tiempo. Y es
consciente de ello: “Escribo palabras
vacías, como / ramas caídas en días de otoño / estrujo papeles, me mancho en la
tinta/ es absurda esta historia de frío y
de nieve” (Tiempo, p. 61). La concepción elitista del arte, que encuentra su sentido en
un quehacer desligado de la vida, es decir, la poesía como composición formal,
esteticista, que se justifica a sí misma, sin necesario contacto con la
realidad, con la riqueza social, parece haber afectado a Ulises. Por muy
originado en la vivencia de los estratos bajos de la sociedad que sea esa
perpetua dolencia y sufrimiento, se convierte recurrentemente en desesperanzada
y sin salida, al no escarbar en la riqueza de ofertas de la realidad, de la
vida que sigue andando; entonces el tema se empobrece, tanto como la de los
poetas elitistas de la poesía pura o del referente ambiguo y enrarecido. Ulises
ha creído hallar un refugio a su profunda desazón social y personal, a esa
profunda sensibilidad doliente y sufriente, en el trabajo del lenguaje y de la
búsqueda de lo estético sin referente fuera del yo existencial, sensorial e
individualista, y menos en el colectivo humano. Es lo que caracteriza la poesía
anterior de Ulises, por lo menos la poesía anterior a Como una fiesta de 2006. Por
eso su arte mismo se vacía de ilusión, de sueño y de esperanza, y deviene
escéptico y decadente. En Nido de sierpes
(2004) reconoce cuánto ha debilitado a su espíritu esa tendencia asumida.
“Hay
tenazas invisibles
Tentáculos
que aprietan como pulpo
…
Frente
a ellos nuestras frágiles defensas
No
acostumbradas a golpe de batalla
(La
inacción hace perder la distancia
Y el
camino)
Y son
años de desidia acumulada
Hay
tenazas invisibles, tentáculos
Que
aprietan como pulpo”
“Hay tenazas invisibles”, Nido de
sierpes, p. 13
Como
no va su búsqueda fuera del yo existencial, en el desentrañamiento de la vida
misma, o en el ser colectivo y en la reivindicación social, que se podría
esperar de un poeta de origen popular,
el poeta deviene escéptico y descreído:
“¿Cómo
decir que hay un hombre honesto
Si
todos son lobos disfrazados?
¿A
quién recurrir entonces
Si no
hay nadie que inspire confianza?”
“Tu vida, un ir y venir”, Nido de sierpes, p.
21
Pero
el poeta intuye que en esa perspectiva
avanza hacia un callejón sin salida y desespera ante ello:
“Nada
es capaz de emocionar
Pues no
sabemos hasta cuándo
Estaremos
en este drama
Que no
tiene cuándo pasar
O
cuándo irse con su maldad a cuestas…”
“Estás tocando fondo”, Nido de sierpes, p. 32
Expresa un íntimo hastío ante esa percepción
de la vida, es consciente que ese sino pesimista y de inacción le lleva al
abismo: “Enfermo estoy, sufre mi
espíritu/ el camino ya no me lleva hacia tu lado/ hacia pestilentes loberas, el
camino me lleva” (Nido de sierpes,
p. 20).
Entonces intuye que sólo algún vínculo con
lo cotidiano, con la realidad, con un otro, el amor por ejemplo, le puede
llevar hacia un camino de vida, superando ese extremista yo resignado y fatal.
“Nada es capaz de emocionar/pues no
sabemos hasta cuándo…/y otra vez mirar las calles blancas, el vecindario/y
creer nuevamente en el amor/y en las cosas buenas que la vida ofrece” (Nido
de sierpes, p. 32).
De manera que cuando explora uno de sus
temas más tratados, el del amor, el de la mujer, de la belleza femenina -aunque
parece que está siempre depositado en el pasado- su poesía se vivifica, recobra
la luz y una ráfaga de esperanza y aprecio por la vida. En Como una fiesta, de 2006, poemario dedicado al amor, a la mujer, se
vislumbra esa vitalidad.
“En
esta soledad, pienso en ti
Como un
canto de amor
Que va
encontrando mi ser vacío, mi alma enferma
Mi
pobre humanidad.
Y
vuelvo a sonreír muy levemente
Cuando
con voz callada te nombro
Pues
existe, lo sé, otro mañana
Esperanzador
donde te encuentre”
“Tomo distancia, de toda algarabía”, en Como
una fiesta, p. 16
Ve muy claro esta perspectiva revitalizadora
y quiere abandonar ese mundo subjetivista e improductivo: “Y soy quien, de a pocos, se va despojando/ de la bestia singular, que
me anima/y va siendo, simplemente, un hombre otra vez” (“El jardín lozano y
fresco” en Como una fiesta, p.10).
Es decir cuando su yo doliente pero de
tendencia existencialista, vuelve a tocar lo cotidiano, a referenciar al otro,
a volcarse otra vez sobre el mundo real, halla esa luz de esperanza, lo hace en
el tema del amor, pero también en el tema de la amistad, de la infancia. En un
principio pareciera que la remisión a temas vitales, que el poeta ha negado
para recluirse en su yo existencial, convirtiera a su poesía en un tanto
prosaica y narrativa, como que revelara lo desacostumbrada que está a los
referentes específicos, cotidianos, al relato vital, a la historia de vida, en
fin. Pero conforme se desenvuelve y persevera en este camino descubrimos que el
poeta, al tiempo que recobra la
esperanza, también sintomáticamente plasma bellísimos poemas, quizás de mayor
integridad que los anteriores. Como es el caso representativo de los poemas Azul la
llama que me espera o Si mañana al recordar lejanos días, del poemario Como
una fiesta, de 2006.
El primero concluye así:
“Desde
mi rincón oscuro, avisto con una
Sonrisa
apenas, en la comisura de mis labios
Azul,
me digo, es la llama que me espera”
“Azul la llama que me espera”, p. 26.
Y es
una batalla, no sin altibajos, que el poeta emprende, desde su obsesión
pesimista y elitista hasta la propuesta vital y esperanzadora. Y logra vencer,
logra plasmar, como dijimos, hermosísimos poemas en esa perspectiva. Dice
todavía restañando sus heridas: “Sonríe
muchacha/la vida es hermosa/a pesar de la suerte/a pesar del destino/que nos
hace impacientes/debemos vivir” (“Hay tristeza en tu alma” en Como una
fiesta, p. 28)
Pero
como el poeta no proyecta este sentir hacia un yo colectivo, no se ha consustanciado
con las responsabilidades de su entorno social, con lo histórico, como Vallejo,
como Mariano Melgar o como Javier Heraud, entonces ese otro, el amor, la mujer,
parecen tener raíces débiles todavía, siempre corre el riesgo de volver a su yo
existencial, y de hecho sufre recaídas pero es consciente de este peligro. “A veces nos rompemos la cabeza/buscando una
salida/un algo donde terminar./No es posible, ir repitiendo la letanía/de esta
tristeza sin remedio” (“A veces nos rompemos la cabeza”, Lejos de todo,
2008).
El
poeta ya se interroga, ya está en esa búsqueda de los elementos vitales y ya no
quiere retornar al oscuro yo existencial. También la amistad es un tema tónico,
como en ese interesante poema al amigo en Lejos
de todo de 2008, lleno de recuerdo de infancia y sentimiento, “Canto a
Alfredo Arias Rojas” (aunque poema bastante sencillo y narrativo).
Luego, cuando reinó el silencio
Pero
es definitivamente en este último poemario Luego,
cuando reinó el silencio, de 2013, que el poeta asume definitivamente y con
mucha lucidez ese camino. Especialmente en la primera parte, Callada vecindad. El libro está
compuesto de cuatro partes. Ya en los primeros poemas anuncia cuál es el camino
que ha de tomar, ya no sólo el del amor o el de la amistad o la familia, se
eleva hacia un yo social e histórico.
Ya
desde el arranque comienza reconociendo con claridad el mundo “egoísta” en el
que estaba atrapado, en el que se victimizaba regodeándose en el martirio,
infecundamente. Y que al afirmar que
hay algo más decisivo que el yo egoísta, que lo halla en un yo colectivo, de
solidaridad social, también sabe que, con la recobrada vitalidad, también su
poesía va a elevarse, ser más auspiciosa, se va a “rebalsar” y “multiplicar”.
“Ya
hemos pensado mucho en nuestro yo
En
nuestro “yo querido” hemos pensado en demasía
….
Ni un
milímetro en ningún borde para nadie
….
Bien,
esta es una cuenta vieja
…
Viviendo
entre egoísmos, creyendo vivir bien
Viviendo
entre cadenas, sin pensar en libertad
Ya
hemos pensado mucho en nuestro yo
Un yo
raquítico, que se muere, por no ser
Ahora
descubramos que tenemos algo más
Un alma
socialista que se entrega
Con
amor, con fuerza, sin reserva
Y a
fuerza de entregarse sin reserva
Se
rebalsa aún más se multiplica”
“Ya hemos pensado mucho en nuestro yo”,
Luego, cuando reinó el silencio, p. 12
Y en efecto, asume esta nueva buena de su
poesía, es decir, cómo será y hacia qué debe apuntar:
“Que no
haga el canto
Papel
de bufones y payasos
Que no
entre en la casa del burgués
…
Que
vaya en marchas
En
huelgas, sindicatos
Que
alce la voz y el canto
Para
gritar justicia
Que
corra junto a ellos sin zapatos
Junto
con el que lucha y el que sufre
…
El
canto universal, es de los pueblos olvidados
El
canto universal, es de los pobres”
“De la tierra surge el canto”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 16
Más
claro no puede ser el poeta, su canto ya no quiere cantar al burgués, al yo
existencial, individualista y desesperanzado, y con ello hacerse formalista,
lúdico, evasivo, “que no haga papel de bufones y payasos”.
Pero,
¿cumplirá el poeta lo que promete? Para ello su poesía tendría que continuar
progresiva, liberadora, y deberá expresarse con virtud, con belleza. Y
efectivamente, la primera parte de este poemario es de una poesía comprometida
y su lenguaje se hace transparente, sin retórica, adquiriendo una nueva
concepción de la belleza, más significativa, se hace “canto universal” porque
“es de los pueblos…”. Qué interesante claridad en la concepción. Como vallejo,
el arte viene del pueblo y va hacia él, el arte sólo adquiere tamaña riqueza
cuando se consustancia con su devenir histórico y social. Y se hace diáfano,
sencillo, comunicativo.
“Para
que esto acabe
Cuánto
cambio en la garganta
En las
manos
En la
conciencia de los hombres
Que
construyen en sus manos las ciudades
…
Cuánto
cambio todavía entre la base!
Cuánto
cambio todavía, compañero”
“Para que esto acabe”, Luego cuando reinó el
silencio, p. 22
Y la
fuerza luchadora, con un tono vallejiano, en el largo poema muy hermoso, Toda la gente.
“Porque
me harto y nos hartamos
De
tanta aflicción entre las calles
De
tanta miseria, de tanto trapo
De
tanto pavor en tiendas y mercados”
“Toda la gente”, Luego, cuando reinó el
silencio, p. 23, 24, 25
Y se
hace toda su poesía, especialmente en esta primera parte, más humana y significativa,
y tan bella como sus anteriores poemarios, solo que de una belleza plena, llena
de contenido. Lo lúdico alude a lo real, está plagado de esperanza y energía, y
está copado de espíritu renovador, transformador de la vida, de espíritu
revolucionario. Hay un poema muy representativo de esta buena nueva de la
poesía de Ulises, Agarra el sol, de
la primera parte de este poemario:
“Agarra
el sol
Ponlo a
tu costado
A tu
espalda, en tu delante
Ponlo
donde quieras que te alumbre
Coge el
mundo
…
Ruédalo
Arranca
la montaña
Te está
impidiendo el paso
Retírala hacia un lado
Húndela
en el mar
¿El
mar?
¿Molesta
su rumor?
Un
vaso, llena el mar
De un
sorbo, bebe, bebe
Dejará
de molestar”
“Agarra el sol”, Luego, cuando reinó el silencio,
pp. 30, 31
En
verdad, aquí Ulises Valencia recobra la ilusión, la ductilidad de la vida, la
grandeza del hombre, su poder creador, transformador del mundo, de su destino,
de su suerte. Veo en este poema toda la transformación que sufre el poeta, el
logro humano y poético que esta trasunta. Es el triunfo de la poesía porque
triunfa la vida. Este es uno de los más hermosos poemas del libro.
En
la segunda parte, “De qué manera se tejieron los corales”, retorna el yo
poético al tema del amor, de la mujer, y hasta le canta a la naturaleza como
anuncia el título de esta sección, como fuentes de belleza, de salvación. Aunque
vuelve a estar latente el desaliento, ya no retorna al absoluto existencial, al padecimiento
estéril. El poeta quiere cantar con esperanza, aún más convencido que en el
referido poemario Como una fiesta
dedicado al amor.
“Cerca
de mí hay una muchacha
Hermosa
como el firmamento
La veo
todos los días, la saludo
Y ella
todos los días me regala
Su
alegre sonrisa de azucena”
“Cerca de mi hay una muchacha”, Luego, cuando
reinó el silencio, p. 40
Y
canta también a la naturaleza:
“En
medio del océano, hay bosques
De
variedad, de verdes bellísimos
…
Y hay
una flora y fauna pintoresca
Riquísima
y quisiera tener branquias
Y
quedarme a vivir la eternidad en pleno”
“De qué manera se tejieron los corales”,
Luego, cuando reinó el silencio, p. 47
En
la tercera parte del libro, “Cuantas veces por una nada”, el poeta retorna al
regodeo del yo, atraviesan sus poemas otra vez ese estado de dolencia lacerado
e irremediable, vuelve a su pasado donde
cree que estuvo lo mejor, no obstante sigue tratando también el tema del amor,
pero ni siquiera ahora esta motivación, el amor, pareciera vencer su escepticismo como si este
estado fuera la fuerza más invasiva de su espíritu. Y es consciente de esto.
“La vida, en esplendor, mujeres como sueños
Alegría desbordante en cada cosa
Brazos enlazados, besos como gloria
…
Sin embargo, siempre una inconformidad
Una desazón en el espíritu y el alma
Que te hace regresar cuanto has andado
¿Por qué me invade la tristeza?
¿Por qué esa agonía visceral?
¿Por qué este apremio?”
“Emprendí el viaje para no volver”, Luego,
cuando reinó el silencio, p. 53
Y en
esa recaída del espíritu, otra vez el tema y el lenguaje trascendental y
turbio.
“Con un
cuchillo, tu corazón y el mío
De
nuestros amantes pechos fueron sacados
Sonó
una carcajada hiriente, salida
De lo
más negro del infierno
…
Desde
entonces, los dos, por diferentes rumbos
Desde
ese día nada soy, mujer amada”
“Habíamos asistido a un ceremonial”, Luego,
cuando reinó el silencio, p. 54
Hundido
otra vez en este yo existencial y asfixiante, tiene la lucidez de preguntarse
cómo hallar la escapatoria:
“Cómo
avizorar la salida, si no determinamos
Cuál es
el fondo, la pared o la antesala
Escarbamos,
más bien, buscamos sobre
La
nada, que es la realidad concreta…”
“Hay una constante, una pena insufrible”, Luego,
cuando reinó el silencio, p. 59
Pero
el poeta aunque se responde bien que la salida estaría en “determinar el
fondo”, sigue siendo escéptico, sólo ve
“la nada”, que “es la realidad concreta”. ¿Por qué el poeta sufre esta
recaída existencial y desesperanzada habiendo ya indagado sobre el componente
social y colectivo del destino humano? Quizás un alma muy herida, que se aísla
y medra en la inacción, en lugar de imbuirse de realidad.
Pero
de pronto se halla un poema que es un respiro vital, el poeta vuelve a tratar
lo cotidiano, la vida doméstica más aprehensible y humana. Es, en realidad, un
poema extraño dentro de la corriente existencial de este conjunto de poemas que
conforma la tercera parte del libro. Es un largo poema, General, es nuestro perro, en el que habla del querido y engreído
mascota del hogar familiar. Pero como si estuviera todavía en un estado de
convalecencia, si bien el poema es sencillo y tierno, el lenguaje es más bien narrativo y simple.
En la cuarta parte del libro, “Vuelan los
crisantemos”, los poemas son diversos temáticamente, a la amistad, a la
naturaleza, y sigue trasuntando ese
espíritu triste y escéptico tan característico de la mayor parte de la poesía
de Ulises. Pero ahora se cuestiona esta
condición puesto que, al parecer, el descubrimiento del yo colectivo expresado
y concienciado tan claramente en la primera parte de este último libro, parece
que tiene un efecto ya irreversible en el espíritu del poeta, y se expresa como
una lucha interior de inconformidad, al tiempo que de búsqueda, de un referente
más vital. Si bien no vuelve a tomar el tema social como prioritario, retoma
temas de lo cotidiano y vuelve a fijar su mirada en el otro. Así, canta a un admirado amigo, “el artista del color”, y su
lenguaje recorre claro, aunque ya no tan excelso:
“Hay un
artista del color
Que se
pasea como cualquier viandante
…
Por
Quilca, lo vemos aparecer los viernes
Derrochando
su alegría, acercándose
A los
nóveles escritores y poetas”
“Un artista del color”, Luego, cuando reinó
el silencio, p. 73
Pervive
un humus de pesar por momentos en este último tramo del libro, pero nunca más
de una manera profunda. Y es que poeta ya no abandona el referente de lo real y
cotidiano, y hasta de lo social, que le devuelve esa vitalidad que busca:
“Como
un potro salvaje
La
ciudad encabritada
Da
cuerda a sus relojes
Y
desesperada sale a trabajar
…
En los
talleres o en las fábricas
Ingenieros,
técnicos y maestros
Obreros
todos, corren, pulsan, miden
Pesan,
jalonean, acomodan
La
ciudad trabaja, no descansa la ciudad”
“Vuelan crisantemos”, Luego, cuando reinó el
silencio, p. 85
Y otra
vez la poesía es vida, la gente bulle, se intuye la posibilidad del cambio, hay
esperanza. Y el lenguaje otra vez recupera su alto valor estético, su belleza,
aunque sencillo y diáfano.
Entonces,
cuando sale de ese aislamiento, de su “prisión”, a respirar el aire natural o
social, a pesar de su inclinación a la depresión, el propio contacto con la
vida le impide esa recaída. Y su tono se parece a la ternura de un Oquendo de
Amat o de un Heraud:
“Las
aves se posan en los tejados
En las
antenas de los televisores
Y
también en la curvatura de los postes
De
cuándo en cuándo éstos se alborotan
…
Las
nubes a propósito se hacen al costado
Limpio
pasa el sol ardiendo
Es
verano en esta ciudad hoy mismo”
“Disfruto de estos aires”, Luego, cuando
reinó el silencio, p. 86
Conclusión
Revela
la poesía de Ulises un alma profundamente golpeada y doliente en constante
conflicto entre una fuerza negadora que lo envuelve en la desesperanza y el
desaliento, encerrándola en sí misma en un constante flagelo y martirio estéril
-muchas veces autodestructivo-, y una fuerza liberadora, que le impulsa a salir
de ese encierro, abrirse hacia la vida y el mundo circundante y que entraña
realización humana y vitalidad afirmativa. Esto último lo halla en la vivencia o
en el recuerdo del amor, de la amistad, en la admiración de la naturaleza, en
las cosas cotidianas y domésticas y, como alcanza en Luego, cuando reinó el silencio, su último poemario, en la forma más honda y esencial de ese
contacto humano, lo histórico social, en un yo colectivo que le identifica con
los desposeídos y en el que halla al fin una liberación personal y poética más
plena.
El
factor negador ha sido, en un espíritu tan sensible como el de Ulises, el más
recurrente y dominante; no obstante, no ceja a estas alturas de su vida de
librar una dura batalla por salir definitivamente hacia las aguas de la vida,
sobre todo cuando él las reconoce perfectamente y ha probado su manto fresco y
nutricio, como especialmente en su último poemario. Y en el que ha logrado su más
auspiciosa expresión artística. Alentamos que persevere en este camino, el del
fragor de la lucha por la vida, por la solidaridad social, y del compromiso histórico; el más cierto,
grande y pleno.
(En la presentación de “Luego, cuando reinó el silencio”, julio de 2014)
0 comentarios:
Publicar un comentario