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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

sábado, 11 de enero de 2014

Narrativa: Helmut Jerí Pabón, El deseo de Berenice (Novela)

            El deseo de Berenice

(…)

8.


Cuando llegó al club, pasó un buen rato observando sorprendida su majestuosidad. Solo había visto algo parecido en revistas de peluquería. Era una especie de almodóvar decorado con enormes cuadros y adornos que parecían enchapados en oro. La recepción se encontraba dentro de un gran salón, amoblado con sofás negros de cuero y mesas para dos, todo contiguo a una amplia pista de baile. La dama que la contactó salió en persona a recibirla, le dio la bienvenida afectuosamente como si la conociera desde siempre, la presentó con el persona administrativo y luego la invitó a conocer el resto de la mansión.

¿Impresionada con el lugar?


Sí señora, completamente, jamás vi algo así antes.

Te suplicaré que no me digas señora, es poco elegante; me puedes llamar Andrea.

Esta bien, discúlpame, Andrea.

Te sentirás muy bien trabajando aquí, te lo aseguro.

Parece un palacio, no dan ganas de irse.

Y aún no has visto nada, sígueme.

Recorrieron un pasadizo en cuya extensión se apreciaban decenas de puertas numeradas. Hacia el final dieron con una gran terraza rodeada de albercas, cascadas y pequeñas barras de bar distribuidas indistintamente.

Esta parte solo es utilizada por los clientes durante su hospedaje.

¡Ah, todo es hermoso!

Sí. Lamentablemente ustedes solo pueden acceder si el cliente lo solicita y, la verdad, eso casi nunca sucede.

Volvieron por el mismo pasadizo, reconociendo detalladamente otros espacios, hasta que se detuvieron frente a una de las puertas numeradas por indicación de Andrea, quien le hizo un ademán con la cabeza para que la siguiera. La habitación estaba completamente amoblada y tenía una cama amplia cubierta con un edredón con hilos dorados, igual que las cortinas, lo que le daba a la alcoba un aire real.

Una mampara separaba la habitación de cuarto del jacuzzi, y otra de un walking-clouset que Andrea abrió de inmediato para mostrarle un centenar de trajes que tenía  a su disposición.

¡Esto es increíble! –comento sorprendida Berenice, que de aquellos lujos sabía poco.

No tan increíbles como tú querida, ni tanto como lo que vivirás, créeme.

¡Es que todo es…!

Sí, realmente lo es interrumpió la mujer y tu única responsabilidad es cuidar todo esto como si fuera tuyo, bueno, indirectamente lo es tanto labores para el club.

-No se preocupe, lo haré.

-Además de eso, recuerda que tus clientes aquí serán turistas, empresarios y caballeros distinguidos, de manera que siempre tienes que verte bien, espero sepas arreglarte adecuadamente, de no ser así, me lo haces saber para enviar una persona a que se encargue.

-Arreglarme sí sé, señora, perdón, Andrea, de eso no se preocupe.

Tomaron la misma ruta que las llevó nuevamente al salón principal, donde debió firmar un contrato.

Después de recibir las últimas instrucciones, ya de salida, volvió a pensar en el profesor; iba a extrañarlo demasiado, tendría que encontrar la forma de volver a verlo, aunque sea de manera furtiva. Por ahora debía ocuparse buscando la manera adecuada de cerrar el negocio, para lo cual tenía una semana completa. En tanto, empezaba a suponer que no sería sencillo hacerlo.
Aquella noche, la noticia entre os viejos clientes cayó como un vade de agua helada, se formó un comité de reclamo, mientras otro grupo numeroso alzó su voz de protesta en una manifestación peculiar, como si de un derecho violentado se tratara.

¡No es justo señores, no a la privatización del placer!

¡El pueblo, unido, sin sexo está jodido!

¡Berenice Ramirez, del pueblo no te olvides!

¡Palmas, compañeros!

Cuando el profesor se enteró, pareció no darle demasiada importancia. Berenice tenía preparado el discurso más sentido de su vida; sin embargo, ante tal indiferencia, resignó con tristeza sus argumentos. Tal vez siempre estuvo interesado solamente en sus servicios carnales.

Las protestas terminaron bien entrada la madrugada, cuando el gentío se redujo a cuatro o cinco elementos que no pudieron hacer nada más para cambiar su desgracia.

(...)

Páginas 49, 50, 51, 52 y 53 del libro.


Helmut Jerí, con el Gremio de Escritores de Perú / Tarma, noviembre 2013


Contracarátua

El lector tiene entre sus manos una novela breve que recrea, con suficiencia, los escenarios donde los milagros de la fe son patente de corso para que funcionarios corruptos puedan prolongar su maltrecha condición de ungidos, al menos un poco más; y donde los secretos de la lascivia se convierten en escándalo, pese a lo cual satisfacen el morbo de un pueblo de doble moral.

Dos historias contadas de manera alterna en un solo envión narrativo que nos recuerda esa ya consolidada, tradición de la novela latinoaméricana que simplemente nos cuenta para concitar nuestro deleite, nuestra conmiseración o nuestro asombro. Espejo sin duda de lo que todavía seguimos siendo es El deseo de Berenice, obra que el peruano Helmut Jerí Pabón nios entrega poblada de humor, sarcasmo, realidad y ardorosa fantasía.


Salvador Medina Barahona
Panamá





Helmut Jerí Pabón (Coracora, 1982) escritor Compositor, abogado y activista social, ha publicado los libros: Culpable. La noche (2010), La última estación (2008), El rostro del amor (2002), así mismo aparece en diversas antologías del Perú y el extranjero. Artículos y ensayos suyos han sido recogidos en revistas físicas y virtuales. Ha participado en diversos festivales y encuentros literarios nacionales así como en el extranjero. Ha merecido algunos premios y reconocimientos por su labor como escritor y como promotor cultural. Escribe para el blog La primera estación.

La primera edición de El deseo de Berenice se publicó en febrero de 2013 en Paracaídas Editores de Jhon Paolo Mejía Guevara.

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