¿DEBEN COMPROMETERSE LOS ESCRITORES?
Néstor Espinoza.
Por razones extra
volitivas, recién concluimos la lectura del libro: CALIDAD LITERARIA Y
COMPROMISO SOCIAL de Arturo Bolívar Barreto. Un trabajo, aunque breve en su
texto, pero bien concentrado en sus puntos de vista.
La tesis central
del libro es, en propias palabras del escritor, responder a la pregunta de “si
el escritor y su obra tienen o no la obligación ética de asumir un compromiso
social, la responsabilidad de revelar críticamente la realidad con una postura
consciente en favor de las fuerzas progresivas del cambio social”. Y sustentar
el aserto de que “los mayores logros artísticos han sido producidos
históricamente -en la literatura universal y también en nuestra historia
literaria-, por las obras que develaban el proceso social y se identificaban
con las tendencias históricas del progreso, es decir, por la literatura
social”. Para concluir señalando la urgente necesidad de reivindicar una literatura
crítica y la correspondiente postura política frente al canon literario
hegemónico del formalismo y el ficcionalismo, que campea en el Perú.
Estas ideas sobre el compromiso social del
escritor y la valía de la. obra literaria en función a su emparentamiento con
la realidad social, histórica si se quiere, que tiene una amplia bibliografía y
que se debatieron apasionadamente cuando la mitad del mundo todavía era
socialista, han sido muy bien compendiadas, meditadas y refrescadas en forma
clara, sintética y agradable y circunscritas al ámbito peruano por Arturo Bolívar.
Sólo que con la hegemonía global del capitalismo, cunde La propaganda
reaccionaria en todo orden de cosas y, particularmente, en el campo de la
literatura, con la prédica del formalismo literario y su ficcionalismo de
embutido. Es el caso, en nuestro medio, del discurso “de la verdad de las
mentiras” de nuestro inefable Premio Nóbel neoliberal y adláteres. A tal punto
que este asunto del compromiso aparece ya supuestamente anacrónico y muchas de
las actuales propuestas literarias juveniles ya no lo toman en cuenta.
Con este enfoque,
el autor analiza literariamente a escritores representativos de las dos
riberas, como Guamán Poma, Garcilaso, Melgar, Vallejo, Heraud, Vargas Llosa,
Arguedas, Colchado.y Scorza. Su crítica, en un extremo, a Vargas. Llosa la
compartimos plenamente; y, en el otro, a Oscar Colchado, ella nos remite, por
honestidad intelectual, a una relectura más detenida de su obra.
Con acierto,
Arturo no realiza su análisis partiendo del criterio del inmanentismo
literario, que ya ha llegado incluso a fetichizar la obra literaria separándola
aun de su autor, como si ella se hiciera por si sola y no fuera un producto social
de una determinada sociedad. Ubica, conforme a la crítica marxista, al autor y su
obra dentro de su contexto socio-económico político tanto mundial como local.
Después de leer
este grato texto de Arturo, resulta inevitable hacer algunas apostillas para el
debate:
Exigencias.- El
compromiso social del escritor y el no reduccionismo de la obra literaria a la
pura ficcionalidad, como si ésta estuviera al margen de la historia y del
mundo, en la actual situación ideológica del Perú, atravesada de tanto
irracionalismo, con ideas evangélicas de los más variados pelajes, de ideas
neoliberales, apristas,, amén de apatía, de consumismo y espectacularismo
mayoritario, ¿.a quiénes exigir este compromiso?.. ¿A los escritores del pueblo
ganados de desinterés?. ¿A los jóvenes castrados ideológicamente por el sistema
en cuanto a socialismo?. ¿Y cómo?.
Personalmente,
por hacer carne en nuestro papel, en nuestras ideas y sentimientos el ser del
mundo andino, hemos pretendido factuar un frente de escritores andinos, para
pronunciarnos contra los atropellos de un gobierno supuestamente peruano a nuestras
comunidades andinas, partiendo de la premisa de que si somos andinos y
tematizamos nuestro mundo, consecuentemente, no podemos permanecer indiferentes
al padecimiento de él. Y no hemos obtenido respuesta, o, a lo sumo, una.
En la izquierda,
dos propuestas de cambio social, una por vía violenta y la otra por vía
electoral, que tomaron el nombre de Mariátegui, quedaron agotadas, por
represión estatal y por descomposición orgánica de sus preconizadores,
respectivamente. Habría que debatir si también tomaron el pensamiento mariateguiano.
Las universidades particulares, por posición ideológica mercantilista y las
estatales, por la entronización, en ellas, del reaccionarismo, consuman una “extirpación
de idolatrías” socialistas. No hay partido de izquierda que debe potenciar los
debates ideo políticos y aun los literarios de orientación socialista. Sólo hay
el proceso de un trabajo de pequeños grupos de izquierda.
De otro lado, nos
parece que esta exigencia de compromiso literario en el Perú pendula entre dos
lados. Una que encontramos, por ejemplo, en los trabajos del Dr. Tomás
Escajadillo, quien al referirse a la novela EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO de Ciro
Alegría, enfatiza que mucho más peso que
las postulaciones de las ciencias sociales
ha tenido el discurso poético simbólico de esta novela para formar conciencia
sobre la ignorada realidad de las comunidades andinas, y que, por lo tanto, la
eficacia en el orden político – social no es privativa del discurso político.
Afirmación que entrañaría la posición de que el escritor progresista
o socialista puede más en su compromiso con la obra literaria que con su
participación política,
Pero tenemos
también la palmaria experiencia de los escritores que factuaron un frente como
el frente antifascista en España, con la participación de nuestro César
Vallejo, de Neruda, Lorca, Hernández y otros; o de escritores que alternaron la
literatura con la política en América, como José Martí, R. Dalton, Ernesto Cardenal
y, entre nosotros, Mariátegui, Oquendo, Alegría, Scorza, J.G. Rose y Heraud que
unió en su vida pluma y espada. El Che Guevara no sólo fue combatiente, sino
también un escritor.
Néstor Espinoza nació en 1938 en el distrito de
Huacachi (ex comunidad campesina), provincia de Huari, departamento de Ancash.
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