Comentario sobre La danza de la viuda negra, libro de cuentos de Walter Lingán.
Fondo Editorial de Comas, Lima, 2001
Julio Mendívil
Entre los textos
de La danza de la viuda negra –el último libro de Walter Lingán- y su sugestiva
carátula tal vez no exista más nexo que el de la encuadernación, pues si los
cuentos parecen acercarse a esa -casi diría- hoy conservadora tradición del
indigenismo posterior a Arguedas, la elección del diseño da cuenta de una
actitud más desparpajada frente al público que la de los militantes del
costumbrismo tardío.
Quizás no sea casual esa supuesta incongruencia y sospecho que esconde un
mensaje más profundo: que en estos textos escritos en los ochenta se filtra
constantemente la personalidad de un Lingán actual, ubicado más allá de esas
verdades de antaño.
El
libro regresa aparentemente a propuestas literarias hoy por hoy anacrónicas
como el uso del «yo omnisciente» como técnica narrativa, una técnica literaria
desautorizada por la crítica a principios del siglo XX. Incluso en aquellos
relatos en que Lingán se decide por otra perspectiva autorial, el «yo
omnisciente» surge y se apodera de la escena, como si sólo el «yo» ratificara
el carácter testimonial que pretenden las historias.
Pero
Walter Lingán no es un pasadista ni su meta es una literatura indigenista
tardía, aunque algunos de sus textos no puedan ocultar sus deudas con Ciro
Alegría, Arguedas o Manuel Scorza. Pero más allá de dichas deudas, Walter
Lingán ha preferido el eclecticismo y la sonrisa irónica del que no se ajusta a
ninguna regla para construir sus mundos narrativos. Por eso estos cuentos no
deben ser entendidos como un conjunto unitario ni uniforme, como lo afirma
Kapsoli, su prologuista, sino como un collage de temas e intenciones
trasformados por una mirada actual que determina la lectura al igual que las
anotaciones al borde de la página en un manuscrito.
Lingán
se acerca a sus paradigmas no sólo en las técnicas literarias; lo hace también
en su actitud política, por lo que profesa una pluma «combativa», en el sentido
que le daba la izquierda a esa palabra. Pero sus cuentos reflejan mejor la
pertenencia a un género –el de la literatura comprometida- que la realidad de
la sierra andina norteña, en la que se suceden las historias, logrando crear
así una realidad ficcional «convincente» como, por ejemplo, al llevar la guerra
sucia ayacuchana a San Miguel en cuentos como «Hay que detener al diablo» o
«Pacha Tikra».
Walter
Lingán es por lo demás un amante de la palabra, sus textos son prolijos,
abundan en giros idiomáticos regionales, en juegos de palabras, en citas de
canciones populares, en chistes y modismos locales; a veces esa divagación
excesiva de la palabra resiente en algo la estructura de sus cuentos para un
lector no acostumbrado a los juegos infinitos de la oralidad; parece, en
cambio, lograr simpatías entre quienes se reconocen en sus laberintos
lingüísticos, en la chispa y en ese uso provocador de la morbosidad a que
recurre constantemente y con evidente destreza.
Pienso
que en dichas facultades radican las posibilidades narrativas de Lingán. Así lo
demuestran los dos primeros cuentos del libro —«Motori» y «La danza de la viuda
negra»— en los que muestra todas sus dotes de creador irreverente, imaginativo,
ameno e innovador, además de una capacidad particular para crear historias
desaforadas, mas estructuradas con un claro sentido narrativo.
Vale
referirse escuetamente a los personajes de Lingán, éstos también podrían
corresponder en alguna medida a los prototipos del indigenismo, pero rehúsan
ser meras copias de un Rosendo Maqui o de un Rendón Wilka y rebasan sus
arquetipos en una especie de reacomodo conceptual como en el caso de Motori,
ese psicópata que rompe las normas de conducta de su comunidad hasta llegar a
la aberración sexual sin dejar de cautivar a los lectores.
La
danza de la viuda negra
es, en conclusión, un libro que muestra que la literatura llamada regionalista
puede burlar los estrechos cercos de la repetición y ajustarse a nuevos tiempos
y nuevas búsquedas, que busca asimismo, en la restauración de un universo
ficcional rural, una alternativa –aún incipiente, pero alternativa al fin- a
esas plumas que han hecho de lo citadino limeño un frágil remedo de los vientos
nihilistas latinos que encandilan a Occidente en las grandes metrópolis.
Ciberayllu
- ISSN: 1527-9774
http://www.andes.missouri.edu/andes/Breviario/JM_ViudaNegra.html
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