Por Mark R. Cox
En el Perú actual, simplificando, existen
dos grupos opuestos que compiten por el poder para definir qué es la
narrativa y que tienen dos perspectivas del mundo, una más
occidentalizada y otra con más
influencia del mundo andino. Esta brecha se ve en la narrativa peruana
desde los años cincuenta y los dos grupos tienen como modelos a Mario
Vargas llosa y a José María Arguedas. El escritor Luis Nieto Degregori
llama a estos dos grupos los criollos y los andinos. Según él, la
vertiente criolla tiene más presencia en el Perú que la andina, y se
asocia la criolla con la modernidad y la calidad técnica. En la
vertiente andina hay una expresión más amplia de las culturas
prehispánicas, la distribución de libros es bastante informal y hasta
consiste en obsequiar libros. Existe crítica de que los andinos no saben
usar las últimas técnicas narrativas y, por eso, no escriben bien,
mientras que el otro campo dice que los criollos escriben una literatura
“light”, enfocándose en lo superficial.
¿Dónde podemos ubicar a
Walter Lingán dentro de este contexto? En primer lugar, está doblemente
marginado. Se ubica más al lado de los andinos, pero vive en Alemania
hace años y no puede estar presente en los debates dentro del país. Ha
publicado en Europa y fuera del centrismo limeño en el Perú. Dicho esto,
su último libro, La danza de la viuda negra, se presentó en la VI Feria
del Libro en Lima el 30 de junio del 2001 y ha publicado dos cuentos:
“Pacha Tikra (Mundo revuelto)” y “Vida alegre con gato negro en la
ventana”, en la revista en Internet, Ciberayllu. A pesar de no ser parte
del grupo hegemónico en el Perú, se está haciendo conocido por una
simple razón: su calidad literaria. Manuel Scorza dijo que trabajó con
mucho cuidado para escribir bien porque había tanta crítica de la
calidad de la escritura en la narrativa regional. Así también Walter
Lingán trabaja la letra con mucho éxito y es un placer leer su obra. Su
obra publicada incluye un libro de poesía (El amor también es
subversivo, Lima: Edición Arte, 1986), dos novelas (Por un puñadito de
sal, Lima: Editora Magisterial, 1993, y El lado oscuro de Magdalena,
Trujillo: Rada-Ediciones, 1996), y dos colecciones de cuentos (Los
tocadores de la pocaelipsis, León, España: Ediciones del Curueño, 1999 y
La danza de la viuda negra, Lima: Fondo Editorial de Comas, 2001).
Además, dirige ila-latina, una revista cultural en español publicada en
Alemania.
Echemos un vistazo a su último libro de cuentos: La
danza de la viuda negra. Tres de los ocho cuentos, “El Motori”, “La
danza de la viuda negra” y “¡Pacha tikra!”, han ganado premios
literarios. Los cuentos se ubican principalmente en el mundo rural
peruano, muchos en los tiempos caóticos de los años ochenta. Casi todas
las historias se enfocan desde la percepción de los que sufren, o, como
decía Scorza, desde la perspectiva de los oprimidos. Encontramos a un
niño huérfano de madre que vive una vida de perro, otro niño vendido a
una chichera, una mujer de quien había rumores que un grupo de hombres
la violó cuando era joven y que sólo buscaba venganza, soldados que
masacran a civiles inocentes, policías que detienen y torturan a
personas inocentes por razones absurdas, la peregrinación constante de
un hombre en búsqueda de la solvencia económica, y la muerte al azar por
un accidente de transporte. En los cuentos muestra una visión ficticia
de los años de la violencia y de toda la historia peruana, como la lucha
por la tierra y una vida digna. Así se nutre de una larga tradición
peruana que data desde Guamán Poma y pasa por escritores como Alegría,
Arguedas y Scorza. No quiero decir que Lingán escribe narrativa
indigenista o neoindigenista, corrientes ya pasadas y despreciadas por
un segmento de la crítica literaria, sino que forma parte de un grupo
estimable de escritores peruanos que se preocupa profundamente por su
país. A diferencia de lo que dicen unos críticos, inquietarse por lo
social no significa repetir los excesos del indeginismo, carecer de un
sentido de humor o escribir mal. Walter Lingán es un escritor que
escribe bien, tiene historias divertidas y posee un buen sentido de
humor. Es un escritor de peso cuya fama va a seguir creciendo.
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