Uno
de los sucesos importantes de la lucha ciudadana por el cuidado del medio
ambiente fue la gran Marcha por el Agua, el 10 de febrero de 2012 en la ciudad de Lima, que impulsada desde los
pueblos de Cajamarca y con el espíritu alzado hicieron sentir su protesta en el
seno mismo del poder centralista de la patria.
A
lo largo de dos kilómetros el fervor desplegado como torrente de agua limpia,
discurrió desde la plaza Dos de Mayo, por las avenidas La Colmena, Garcilaso de
la Vega, Grau, Abancay, para arribar a la plaza San Martín con los victoriosos estruendos
de ¡Agua sí, oro no!, ¡En defensa de la tierra y la vida!
Fue
visible la solidaria presencia de diversas delegaciones procedentes de Puno,
Apurímac, Huancavelica, Piura, regiones que también sufren el embate de la codicia
de empresas mineras. Enorme contingente de hombres y mujeres de Bambamarca,
Celendín, Cajamarca, Jaén, San Marcos, San Miguel de Pallaques junto a organizaciones y colectivos sociales,
estudiantiles, políticas, gremiales de Lima que brindaron su fraterno apoyo,
estuvieron también presentes en el mitin que dio término a la jornada con la
intervención del decidido exsacerdote Marco Arana, Gregorio Santos, Presidente
Regional y otros líderes cajamarquinos y del resto del país.
Quienes
detentan el poder político después de la sorpresa experimentada ante la
contundencia de la Marcha, empezaron a diseñar estrategias, no de diálogo y
atención al reclamo mayoritario; sino una absurda represión: pólvora y muerte.
En
los posteriores sucesivos enfrentamientos y en los mismos predios próximos a
las lagunas del caserío Conga (entre Huasmín y Sorochuco) los custodios
policiales al servicio de las mineras hirieron a varios campesinos que
protegían la intangibilidad del agua indispensable para su existencia. Meses
después esas mismas fuerzas agresoras cegaron la vida de los Cinco por el Agua: dignos mártires de Celendín
y Bambamarca.
Una
población campesina y de las ciudades emprendió con tesón una sostenida
movilización, mítines, ollas comunes, vigilias por las calles de Celendín,
Bambamarca y Cajamarca, en los que la labor de esclarecimiento fue esencial.
Homenaje
a nuestros hermanos campesinos que ofrendaron
su vida por defender la vida. A los heridos que aún sufren las secuelas de
los perversos ataques policial y militar; a todo el pueblo peruano que ha
entendido que sus derechos se defienden luchando.
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