Por Raúl Wiener
A propósito de la histórica
frase del congresista José Luna, mencionado muchas veces como el financista de
la revocatoria: “si quieren un buen Congreso páguenle más”,
que se complementa con el concepto de que otros funcionarios del Estado ganan
aún mejor que los llamados “padres de la patria” e incumplen la norma que los
obliga a tener un salario menor que el Presidente de la República, me vienen a
la cabeza varias ideas que expongo a continuación:
a. Efectivamente existe un
gran desorden remunerativo en los cargos altos del Estado, que se ha ido
produciendo a partir de decisiones unilaterales de los finalmente beneficiados,
desconociendo normas vigentes y las indicaciones explícitas del llamado órgano
rector de servicio público (SERVIR).
b. Curiosamente el que
arrancó este caos, lindante con el aprovechamiento indebido del cargo y la
corrupción, es el Contralor Khoury que recibió varias advertencias explícitas
de las instancias encargadas para que no siguiera con su intención de doblarse
su sueldo y el de sus allegados, y lo que hizo es cambiar a su gerente de
administración e ignorar al SERVIR.
c. Como el Contralor hace lo
que le da la gana y las denuncias en su contra se
quedan atracadas, ha habido otros altos funcionarios que han imitado su gesto
omnipotente como el presidente del BCR, el Superintendente de Banca, la jefa de
la SUNAT y otros, que estando en falta siguen cobrando lo que les da la gana.
d. El Congreso ha sido incapaz
de poner freno a estos actos unilaterales, empezando por el caso del señor
Khoury al que citó sin mayores consecuencias. El gobierno tampoco hizo nada y
prefirió usar la suspensión de la denuncia para tener al
contralor bajo presión y negociar sobre el curso de sus denuncias, consolidando el
método de tener a todo el mundo en falta para intercambiar impunidades.
e. El problema real del Congreso es su
desperfilamiento político y por más que se le pague mucho más a sus integrantes
nunca será mejor si nadie tiene claro para qué sirve. Una representación que no
responde a las necesidades de la lucha política, sino al poder del número; que
se conforma al gusto de los caudillos y de intereses subalternos (los que
tienen dinero, los incondicionales, los familiares, etc.); y que no se siente
expresión de sus electores no puede dar sino el producto que vemos todos los
días.
f. La idea de que democracia
es un presidente que se elige ofreciendo lo que después no se cumplirá y
parlamentarios que quieren escalar rápidamente en la pirámide social pisoteando
el voto que los eligió, es muy deleznable como concepto y propicia para el
desafecto popular. Habiendo visto en los últimos meses lo duro que es para un
maestro conseguir 300 soles de aumento, o lo poco que gana un médico, un
trabajador judicial, un Policía o un empleado del
INPE, resulta por cierto chocante que el Congreso se aumente 7 mil
500 soles de golpe, que es mucho más que el sueldo total de cada uno de los
otros.
g. La escena del Consejo
Directivo del Congreso y su presidente
dando a conocer su acuerdo de ratificar el aumento, como si se tratara del
rescate de algún principio, quedará grabada como uno de los momentos claves de
la crisis de la democracia
post-Fujimorista que marcha
cuesta abajo. Lo triste es que en esta caída destaca la inconciencia del
partido de Humala que ofreció una transformación de la política peruana. Y todo
por unos cuantos soles.
Fuente: Diario La Primera, lunes 7 de enero de 2013
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