Por Antonio Zapata
En el Perú pocas veces somos consecuentes con lo que prometemos.
Solemos ser como veletas que cualquier cambio de viento lleva a cambiar
rumbos. Por ello, los políticos ofrecen impunemente aumentos salariales y
otras ofertas que no podrán cumplir. No les importa. Saben que el
pueblo los perdonará, porque siendo tan común la falta de consecuencia,
la ciudadanía está acostumbrada a que se diga una cosa y se haga otra.
Pero, no todos son iguales. Para empezar las mujeres. Siempre se ha
dicho que las mujeres peruanas son más estrictas que los hombres y que
ellas sí saben cumplir la ley y hacerla cumplir. Por ejemplo, las
policías de tránsito son mucho más apreciadas que sus colegas varones.
Todos saben que el tránsito dirigido por la policía femenina se maneja
de manera eficiente y sin coimas.
Esa mayor consecuencia de la mujer peruana no comenzó ayer, sino que
tiene larga historia. En este momento en que se celebra el Día
Internacional de la Mujer, cabe recordar a María Parado de Bellido, que
fue fusilada por la patria en Huamanga en marzo de 1822.
Ella había nacido en el pueblo de Paras en la provincia de Cangallo;
tenía unos cincuenta años de edad cuando ocurrieron los acontecimientos
que registra la Historia. Su provincia estaba conmovida por el
enfrentamiento entre guerrilleros y tropas realistas. Los primeros
combatían por la independencia en un contexto en el que ya San Martín
había desembarcado en el Perú e incluso proclamado la libertad en Lima.
Los suyos eran los famosos morochucos.
Pero los realistas se hicieron fuertes en la sierra sur y combatieron
con decisión. Ellos interceptaron una carta enviada por María Parado a
su esposo, informándole de los planes del ejército español. El marido y
el hijo de María Parado se habían unido a las guerrillas y el aviso
mostraba que había un cómplice patriota cerca del alto mando realista.
Los realistas se alarmaron. Tenían un traidor entre ellos y no podían
confiar ni en su sombra. Por ello, cuando una operación de inteligencia
estableció que la autora de la carta era María Parado, ella fue
apresada y juzgada sumariamente. El general realista era José Carratalá y
le planteó canjear su vida por el nombre de su confidente en el estado
mayor español. Es decir, sería fusilada a menos que delate.
María decidió callar, porque había prometido silencio. No obstante
ser madre de familia y estar sus hijas junto a ella durante el juicio,
no rompió su compromiso ni siquiera atendiendo a sus responsabilidades
como madre. La tensión entre estos dos deberes ha sido analizada en un
reciente ensayo por la Dra. Rosa Elena Fajardo, concluyendo que se
impuso el patriotismo gracias a su consecuencia de mujer.
Después de la sentencia, María fue paseada por las cuatro esquinas de
la Plaza de Armas de Huamanga. En cada una de ellas se le repitió la
condena, diciéndole que sería levantada si entregaba a su informante. En
las cuatro esquinas calló, no obstante que sus hijas se arrodillaron
frente a ella y le rogaron. El cura que la asistió hasta el final cuenta
que estuvo serena y que vestía sencillamente con una blusa y polleras,
llevando además un sombrero de paja.
Fusilada en la Plazuela del Arco, unas cuadras al norte de la Plaza
de Armas, su casa fue incendiada y sembrada de sal, “por ser madriguera
de traidores y espías”, según decía la sentencia de la Corte Marcial. La
guerrilla fue derrotada y su líder murió ajusticiado, aunque los
Bellido lograron huir.
No obstante el interés de su figura, está casi olvidada. No se la
resalta, quizá por representar nítidamente valores que hoy se están
perdiendo. María Parado expresa la fuerza de las convicciones y la
entereza para entregar la vida antes de romper con los compromisos.
Fuente: Diario La República
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