Moisés Chávez es arqueólogo y doctor en Teología, celendino neto
y amante de lo celendino y ha ofrecido gentilmente colaborar con nuestro blog
con los artículos que escribe como ejemplos en su magisterio- De él publicamos
el siguiente testimonio recogido en una de sus peregrinaciones a nuestra
tierra, cuyo fondo y el protagonista que habla en primera persona encarnan la
vida misma y el drama que, con algunas variantes, persiste como un estigma
hasta la actualidad. (Charro) (*)
ASI ES LA VIDA
Por Justo Vásquez
Me
llamo Justo Vásquez Silva. Tengo 65 años. Nací en Chaquil. Mi padre murió
cuando yo tenía siete años, y lo recuerdo como una sombra.
A veces nos llevaban a sus chacras, para vigilarnos de cerca, pero no nos hacían trabajar. Por la mañana nos daban muestras de escritura en una pizarra. Al medio día revisaban nuestro trabajo y nos lo hacían leer. El sábado había un examen que se llamaba “sabatino”.
Para castigar a los que no aprendían usaban la palmeta. Para recibir el
palmetazo había que extender el brazo y abrir la mano. También usaban el
rebenque. Un compañero tenía que cargarnos con los pantalones abajo, y a veces
a él también le caían los rebencazos.
* * *
Después, mi madre me matriculó en una escuela del Huauco, a unos cuatro
kilómetros del lugar donde vivíamos. En 1932 ya había escuela fiscal allí, y mi
maestro fue don Clemente Díaz. Todo era gratuito, inclusive los útiles
escolares. Había revisión de pies y de orejas. Si nuestros pies estaban
carrrga, nos encajaban allí con unas varillas de sauce.
Siendo escuelero, yo mismo me hacía mis juguetes: Mis araditos y yugos de palo,
mis bueyes de mito, mis trompos, mis voladeras y bolas de piedra para jugar a
los chanos.
Estuve en aquella escuelita fiscal tres meses en primer año. Como yo sacaba 20 en las pruebas semanales, el Director ordenó que me pasaran a segundo año.
Dos meses después llegó el 28 de Julio, y debíamos asistir con ropa nueva para ir a misa. Pero como mi madre era pobre, no me compró ropa nueva, y tuve que asistir con mi ropita del diario nomás.
El maestro nos apartó a los que no teníamos ropa nueva, y se fue a la iglesia
con los que estaban bien vestidos. Mientras tanto, a unos treinta alumnos nos
encerraron en la escuela, bajo llave. Mis compañeros jugaban, corrían, gritaban
y saltaban de contentos. Pero yo me senté a un lado resentido, y pensaba: “Para
éstos más vale la tela que la persona.” Y tomé la determinación de no asistir
más a dicha escuela.
Y fue así: No volví a la escuela hasta el día de hoy.
Estuve en aquella escuelita fiscal tres meses en primer año. Como yo sacaba 20 en las pruebas semanales, el Director ordenó que me pasaran a segundo año.
Dos meses después llegó el 28 de Julio, y debíamos asistir con ropa nueva para ir a misa. Pero como mi madre era pobre, no me compró ropa nueva, y tuve que asistir con mi ropita del diario nomás.
Y fue así: No volví a la escuela hasta el día de hoy.
* * *
Al notar mi ausencia, el maestro hizo llamar a mi mamá para saber el motivo. Mi
mamá me llevó a la escuela de las orejas, y el maestro me resondró y me amenazó
con castigarme si no continuaba asistiendo. Yo le respondí que no volvería más
a su escuela, porque allí le daban más importancia a la tela que a la persona.
Dije que me habían encerrado en la escuela, y que eso me había resentido. Y
apreté la carrera para que no me agarren y me peguen.
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