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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

jueves, 8 de agosto de 2013

Huele a podrido en el Perú

Por Rocío Silva Santisteban 
 
Imposible no volver a utilizar la famosa metáfora de González Prada: seguimos siendo como nación un organismo enfermo que destila emanaciones malolientes. Sucede que cuando los cuerpos se enferman o se vuelven corruptos o sus aguas se envenenan de estar estancadas durante un tiempo excesivo, no solo se producen pestilencias sino que las epidemias y las infecciones pululan y es difícil permanecer incólume ante el deterioro y el miasma. Pero la hediondez basta para señalar el peligro. Es un aviso, finalmente. Y huele a podrido en el Perú.

Escuchar el diálogo entre Pedro Cateriano, Juan Jiménez, César San Martín y Carmen Rojjasi me hace sentir invadida de esas toxinas que todo lo corrompen. ¿Era necesario tener ese diálogo entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial para “consolidar” criterios en torno a una sentencia nacional? No hay posibilidad de que desodorice: la sola reunión de un juez con una de las partes para que esa parte le “aconseje” lo que debe sentenciar tipifica un delito. La sentencia finalmente no se configuró al pedido del ministro Jiménez y del entonces procurador Cateriano, pero no olvidemos que eran tres vocales en esa sala y que Carolina Lizárraga se encontraba entre esa terna. Ella y el vocal Adolfo Farfán podrán decir cómo es que se llegó a la sentencia. Mientras tanto, las respuestas tanto de César San Martín como del procurador del Ministerio de Defensa, Gustavo Adrianzén, dejan mucho qué desear: se acomete contra la forma, no contra el fondo, es decir, hubo una conversación y en esa conversación entre ministros, procuradores y jueces se dio un diálogo que trasluce un claro intento por orientar la sentencia. ¿Si no de qué otro modo se puede explicar que César San Martín le indique a su subalterna Carmen Rojjasi la forma de admitir pruebas extemporáneas? No olvidemos que fue San Martín, desde la Corte Suprema, quien confirmó esa misma sentencia. Lo que le tocaba, mínimamente, era inhibirse.

Los ciudadanos hemos demostrado que no somos ignorantes o tontos y haciendo un análisis fino tenemos todo el derecho de preocuparnos por la independencia de los poderes del Estado. Felizmente, por eso, junto con estos miasmas mórbidos, podemos levantar la nariz y encontrar que un suave perfume llega, entre cantos y performances coloridos, como un bálsamo democrático. Es la indignación de los jóvenes, no-tan-jóvenes e incluso ancianos del Fonavi, que han participado junto con muchos de las últimas movilizaciones que son, en buena cuenta, una forma de llamar la atención a la clase política declarando que los representados estamos en total desacuerdo con nuestros representantes cuando se coluden con un fin subalterno. Las arengas contra el viento nos permiten estar alertas frente a la podredumbre y el vinagre, como frágil alivio ante los gases tóxicos de las bombas lacrimógenas y el gas pimienta, es una forma simbólica de protegernos contra el hedor de la gangrena social que aún hace supurar a nuestra patria. Montesinos debe mantener esa sonrisa siniestra de satisfacción.

Hoy, que nos encontramos ante una crisis política y con el pueblo en las calles, los representantes del Estado siguen haciendo oídos sordos al clamor ciudadano. Pero, repito, no se trata de no escuchar, pues es el olor pútrido que invade todos nuestros sentidos. Desodorizar no implica, sencillamente, hacerse el muertito: los cadáveres apestan y la mejor limpieza es, en realidad, la transparencia.
 
Fuente: Diario La República / Martes, 6 de agosto de 2013

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