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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

lunes, 21 de septiembre de 2015

Hildebrant en sus trece: La verdadera cortina de humo

Por David Roca Basadre

Un manto de humo cubre el Perú entero. No es humo ocasional, no se trata de nublar la asquerosa operación narcoindultos ni la podredumbre que todos sentimos que procede de palacio de gobierno o los caseritos del lodo fujimorista, porque la verdad es que todo eso encubre la poca importancia que se brinda a la vida cotidiana de los otros, de los que se percibe ajenos, de los que no cuentan para las voces atipladas del concierto público de políticos y opinadores frecuentes.

Ninguno de estos políticos u opinadores es pariente de doña Margarita Ccahuana, que el año pasado murió con cáncer en Espinar, por contacto con metales en las aguas que dan de beber a su familia y sus ganados. No viven en las comunidades de Alto Huancané y Huisa, donde han detectado cadmio, arsénico, plomo, mercurio entre tantos metales en la sangre de personas y ganado. Tampoco se dan cuenta –porque nada los vincula- de que en Hualgayoc, Cajamarca, todos deben tratarse por problemas derivados de la concentración de plomo en sus organismos.

Me imagino lo que algunos de los personajes conocidos o leídos dirían si saliera agua envenenada del caño de sus casas, y sus familias terminaran enfermas y si, además, luego de quejarse, nadie les hiciera caso. Pero ninguno de ellos vive en la serranía de Ancash, ni toma agua de la laguna de Huachucocha donde ha arrojado sus miasmas la minera Antamina que, además, ha tratado de ocultar el daño echando un químico dispersante y destructor llamado biosolve sin que nadie se interese. Tampoco viven al lado del basurero de tóxicos de Conococha, de la misma empresa Antamina, por el que se pudre y envenena el agua, sin que nadie diga nada.

¿Saben que para la reunión informativa de Odebrecht sobre hidroeléctricas en el Marañón, hace unos días, se llenó el lugar del evento con personas traídas de fuera, y a la población realmente concernida le impidieron ingresar con el apoyo de la policía? Allí hubo humo hecho varas, rifles, golpes, amenazas, violencia contrea personas que sólo luchan por su vida.

Los indígenas de las tres cuencas del Pastaza, Corrientes y Tigre, para disipar el humo, han debido hacer tomas de locales, movilizarse, gritar lo más fuerte posible, no para pedir que entre Petroperú al lote 192 que no es tema sino que cumpla la declaratoria de emergencia ambiental declarada por este mismo gobierno y se ejecute la remediación de la tierra en que viven hasta donde sea posible, que se brinde atención en salud a tanta gente enferma por la contaminación y se les dé la compensación justa por tanto daño causado durante ya cuatro décadas de destrucción de esas que fueran las tierras de sus antepasados.

Humo fue acusar de terrorista a un sacerdote, el padre Ricardo García, que en la selva central, en Pichanaqui, se solidarizó con su grey que rechaza a la empresa Pluspetrol –de pésimos antecedentes- porque se estaba asentando en la región sin permiso. ¿Quién quiere a una empresa intrusa que viene de destruir otras cuencas? Humo de incienso al diablo fue el del propio obispo de la zona que expulsó al hombre que cumplía de verdad con su misión evangélica.

Humo es el silencio que pesa desde hace años sobre sufridos pobladores de Paramonga, aquicito nomás, a cuatro horas de Lima, que piden que se declare en emergencia sanitaria a su comunidad para que ya no siga muriendo  gente por el aire contaminado por la empresa Quimpac, sin que le importe a nadie.

Humo es el que sigue habiendo en torno a las preocupaciones cotidianas de los pobladores indígenas de Cañaris, a los que se les dice que vivimos en un país democrático mientras se niega validez al voto con el que, cumpliendo todas las normas vigentes y con valedores legales, le dijeron no al proyecto minero Cañariaco.

Hay humo en el silencio con el que se deja hacer a unos fiscales que en Bagua acusan a los indígenas awajún y wampís que hace seis años resistieron la embestida mortal de las actividades extractivas que, tal y como previeron, se están llevando de encuentro no sólo el bosque de Condorcanqui sino que, sin escrúpulos, a sus hijos e hijas mediante la mayor plaga de VIH de todo el país, la que trajeron los trabajadores que vinieron con las empresas depredadoras.

Hay humo en torno al empeño terco, nacido de la evidencia inmediata, que fortalece la lucha de los comuneros en El Tambo contra el proyecto minero Tía María, y a los que se niega el derecho sobre su propia tierra.

Hay humo cuando se habla todos los días de delincuencia, de inseguridad en las zonas más pobres de las ciudades, para que no se note la impudicia de una seguidilla de gobernantes tahúres y de funcionarios con sueldos de oro que, además, niegan presupuesto a las necesidades mayores de la misma gente que desprecian.

Los olvidados suman millones, están en todos los lados, dispersos, ocultos por el humo de los que son felices gracias a ese crecimiento hijo del infortunio de los que no tienen voz.


Pero ya somos varios los que estamos empeñados en que ese humo se disipe y que los olvidados digan lo que tienen que decir. Y fuerte.

Fuente: Revista Hildebrant en sus trece. Viernes, 18 de septiembre de 2015.

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