Julio Yovera
En todos estos largo años de aplicación salvaje del más salvaje de los modelos que ha implementado el imperialismo y que conocemos como neoliberalismo, la resistencia principal no vino de los centros fabriles (entendible porque el modelo aplicado por el cleptómano Fujimori destruyó la débil industria nacional), tampoco del movimiento barrial, otrora bastión de la lucha popular, de ningún sector de los sectores clasistas existentes, con una que otra excepción; vino del movimiento social comunal, ambiental, étnico, cultural, tal fue el caso de las Comunidades y Rondas Campesinas de Cajamarca y Piura, y Bagua, en la Amazonía.
Cuando cayó Fujimori se intentó poner en marcha un plan de desarrollo. Toledo convocó a elecciones para designar a las autoridades de las regiones. Era una manera de terminar con el manejo autocrático y mafioso del fujimorismo, cuyos fondos públicos, en buen porcentaje, estaba, no en las bóvedas del Banco Central de Reserva, sino en los maletines de dos ladrones; uno de ellos, el “Presidente” cargaba una parte en su chaqueta, para fines asistencialistas y demagógicos.
La tenaz resistencia contra la penetración del capital minero ha sido permanente y terminó polarizando el país. Para el fundamentalismo neoliberal, la “modernización” no podía detenerse y pidió y exigió represión a los gobiernos, es decir, “apaciguar” con violencia protestas sociales legítimas; lejos de una autocrítica, el Estado autista, dirigido en su cogollo central por gente sumisa al poder transnacional, por boca de uno de sus más desaforados incontinentes verbales, Alan García, les llamó “ciudadanos de segunda categoría”.
El 2 de junio del 2,000 se produjo la tragedia de Choropampa (Distrito de la provincia de Chota, región de Cajamarca). A lo largo de 27 kilómetros, la empresa minera Yanacocha desparramó mercurio, que afectó irreversiblemente la salud de los pobladores y el medio ambiente. 800 personas fueron dañadas. Para intentar revertir esta situación, las autoridades de salud de la región solicitaron una nueva evaluación para conocer básicamente dos indicadores: el estado de salud de los afectados y los niveles de cumplimiento de los compromisos contraídos por Yanacocha. Nunca se hizo esa evaluación.
En las últimas elecciones regionales, Gregorio Santos Guerrero, que sus parciales y detractores conocen como Goyo, con su movimiento, el Movimiento de Afirmación Social (MAS), obtuvo un rotundo éxito político electoral. La caverna minera y sus socios movieron recursos para que pierda, y cuando ganó empezaron a querer traérselo abajo al día siguiente. Y Santos, para el resto del país un desconocido, empezó a ser escuchado y valorado como un hombre consecuente, hábil y campechano; y es que tiene la ventaja, no de disfrazarse o impostarse campesino, sino ser campesino, rondero, pelotero, guitarrista, pero sobretodo un político que se definió de izquierda. ¡En estos tiempos!
La dignidad del pueblo de Cajamarca, como la de Tambogrande, es el mar de fondo de este panorama. Las masas a sabiendas que si no se organizan son presa fácil de ese ogro insatisfecho que es el capital minero, han desarrollado memorables jornadas de lucha para defender el agua de sus lagunas. Y mientras que Goyo es reconocido por su pueblo, que además de saludarlo sombrero en alto, le dicen: Conga no va. Mientras ello ocurre, Ollanta Humala, que hizo su campaña prometiendo defender los derechos de los campesinos y agricultores, es calificado de redomado traidor. Y es que el comandante tiene una vocación tal de entreguista y timorato, que suele asustarse hasta cuando el imperio y sus socios estornudan.
Ya es historia conocida que Goyo está en prisión preventiva. Y esto deja serias dudas. Si la justicia fuera drástica con todos hace rato que García Pérez, el propio Toledo, Luis Castañeda, la Fujimori, estuvieran en prisión preventiva y algunos de ellos juzgados y sentenciados. Tiene razón el pueblo cuando de manera irónica dice que la Resolución que ordenó la prisión preventiva contra Santos Guerrero fue redactada por el pool de abogados de Yanacocha y firmada por una jueza. Así es la justicia en el Perú!
Por cierto, la estrategia de la defensa de Goyo tiene un reto: levantar todos los cargos que se le imputan. A su pueblo le cuesta creer que su líder pueda cometer un delito tan cuestionable como ingenuo: el de hacer ganar licitaciones más de diez veces a una sola empresa. Éste, más otros cargos, son temas jurídicos, que la izquierda debe tener en cuenta, porque una de las banderas programáticas de ésta es la lucha contra la corrupción y la regeneración moral del país. Y no decir nada sobre ello es actuar con el instinto del avestruz.
Finalmente, es alentador que frente a los abusos de las mineras, de sus estafas y sus crímenes, haya pueblos que no se dejan embaucar. Y avanzan a ratificar la exigencia de la libertad de su líder y presidente Gregorio Santos. ¿Qué pasos futuros dará la caverna minera y los felipillos gobernantes? Saben que Goyo desde la presión tiene más que todos los candidatos juntos de la derecha, de ganar las elecciones próximas.
Más aún, es definitivo que la población, el grueso de ella, el caso Goyo lo percibe distinto y opuesto al César Álvarez, acusado de crímenes en la región de Ancash, y de Viñas, acusado de hurto agravado, en la región de Tumbes.
Con un discurso “moralizador”, la caverna viene exigiendo poner punto final a la descentralización. Pero este asunto lo dejamos para próximas entregas. Acá solo nos toca decir que Goyo es un ciudadano trejo y su pueblo confía en él.
Otra vez, le sube la calentura a la caverna.
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