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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

martes, 16 de julio de 2013

Sepa Usted…

Con singular complacencia, cedemos nuestro espacio a nuestro columnista invitado

Por: CRISTIAN CERNA PAJARES

El proceso electoral del día martes, en la Universidad Nacional de Cajamarca, nos ha traído grandes lecciones. Mientras se esperaba el conteo oficial de las votaciones, la tensión se acrecentaba y es sabido por todos, el modo desdichado en que todo acabó. No haré anotaciones vanas en este tema ni redundancias ociosas, porque el asunto ya es de conocimiento público. Sin embargo, considero prudente, hacer unas últimas reflexiones que ojalá nos sirvan de aquí en adelante a los más jóvenes. Van destinadas a los iniciadores de aquel episodio.


Sepa Ud. compañero: que el lanzar la piedra, descalabrar puertas a puntapiés, hacer trizas ventanas, convertir en añicos fluorescentes y en cenizas ánforas, actas y cuanto documento le venga en gana, es un calco de la actitud totalitaria de un Estado contra el que hemos luchado fervientemente, y del que despotricamos a cada momento.

Sepa Ud. compañero: que borrar cualquier evidencia o residuo de legitimidad y democracia, es comportarnos tal y como lo hacía un japonés en los noventa, cuando incineraba los cuerpos masacrados de estudiantes universitarios. Universitarios como yo, universitarios como usted.

Sepa Ud. compañero: que el voto es la máxima expresión de la autonomía, es el único resquicio por el que se puede vislumbrar el pluralismo y la tolerancia, en esta sociedad de censura. Y quemarlo equivale a dejar las puertas abiertas del campus, a la bota fascista del Estado y significa zurrarnos en la autonomía, palabra con la que nos llenamos la boca en cuanto discurso de megáfono es posible mencionarla.

¡Ay Arguedas! Si supiéramos cuántos, en este preciso instante, te defraudamos. Si supiéramos que aquella trágica tarde, en que decidiste jalar el gatillo y volarte los sesos, en acto último de consuelo le preguntaste a Alfredo Torero: “¿habrá un nuevo Mariátegui entre los jóvenes?” No, no hay más Mariáteguis entre nosotros. Porque José Carlos, hay uno solo (como Aldo, en cambio, abundan).

Sepa Ud. compañero que la culpa es mía, es suya, es nuestra, es de todos. Es mía, por mi neutralidad; suya, por no haber buscado un recurso alternativo al fuego; nuestra, porque era previsible y de todos por no hacer nada por reconciliarnos. Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra (¡entienda esto figuradamente, por favor!)

Sepa Ud. compañero que podemos trabajar desde arriba, desde abajo, desde la izquierda, desde la derecha, pero al final: ¡tenemos que trabajar!

Sepa Ud. compañero que ni a mí, ni a usted nos agrada la agrupación que resultó triunfante en los últimos comicios del martes y me aleja de ellos, la misma distancia que, probablemente, hay de mí a usted. Sin embargo, existe un principio superior a los gustos, a las preferencias. Ese principio, compañero, se llama democracia y no hay nada por encima de la voluntad general.

Y el día que realmente logremos entender eso, y marchemos unidos, lograremos ser universitarios de verdad. Ahora, no lo somos compañero; porque hay necesidades más imperiosas que estar riñendo, porque la tarde de aquel martes, en que usted hacía fogatas a su antojo, pasó inadvertida la frase de Vallejo, en el mural de una de las facultades por la que usted rondaba: “Y cuándo nos veremos con los demás, al borde / de una mañana eterna, desayunados todos”

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