Por Kike Chávez
En torno a la situación económica de la región Cajamarca, escuchamos
posiciones encontradas: Jorge Vergara sostiene que nos encontramos en
una profunda recesión y que además somos la única región en esta
situación, mientras el resto del país crece sostenidamente. Que los
ingresos de los artesanos, por ejemplo, que dependen en gran proporción
del turismo, han disminuido sustancialmente: su ingreso ha pasado de
entre 400 y 500 nuevos soles, a menos de 100 unidades monetarias
diarias. Por otro lado, el presidente regional ha sostenido en alguna
oportunidad que el turismo en Cajamarca ha aumentado sustancialmente
durante el 2012 e inicios del 2013. Que la supuesta recesión económica
de nuestra región no pasa de ser una cortina de humo para convencer a la
población de que sin minería es imposible el crecimiento y el
desarrollo económicos.
Mientras pienso en esta contradicción de posiciones, me trepo a un
taxi con prisa. Mientras llego a mi destino, decido conversar con el
taxista. ¿Cómo va la chamba?, le pregunto. El taxista me mira de reojo,
para no distraerse, toca el claxon con fuerza, sonríe con cierta ironía e
instantáneamente su voz se reviste de cierta amargura: “Ha bajado
bastante”, me dice. “Antes había más carreras. Ahora sale a las justas
para pagar el alquiler y queda muy poco para la familia”, dice.
Cuando le pregunto sobre cuáles cree que sean las causas de dicha
disminución, me responde con una afirmación que sorprende: “Queramos o
no, Cajamarca vive de la mina. Y ahora, con eso de que Conga no va, la
gente ya no gasta como antes”. “Usted está de acuerdo con Conga”, lo
cuestiono. “No, hermano – me dice -. Ahí puede perjudicarse a los
pobladores de la zona y tampoco es justo, pero otra cosa es la chamba”.
En realidad, la situación de Cajamarca no es la ideal. Es innegable
que la no realización de determinados proyectos podría tener efectos en
la economía. Pero también es innegable, que esta situación pone en
evidencia la insostenibilidad del desarrollo de la región cuando se
depende de una sola actividad económica y se abandona la inversión en
otras actividades de carácter más sostenible. En todo caso, que sin
minería Cajamarca caiga en recesión, es la prueba de que dicha actividad
no es sostenible económicamente hablando.
Salta a la luz, entonces, la responsabilidad de las autoridades
gubernamentales en este asunto. Si el presidente regional sostiene que
ya no debe haber minería en la región, lo congruente sería que su
gobierno hubiera tenido una política seria de fortalecimiento de otras
actividades económicas más sostenibles. Pero lo cierto es que en los
años que lleva de gobierno, no ha existido ni un proyecto de
envergadura. Nada más que un discurso en favor del sector agropecuario
que encuentra contradicción indiscutible en la distribución del
presupuesto regional.
La situación económica que atraviesa la región, demuestra que la
minería no es garantía de crecimiento y desarrollo económico sostenible y
evidencia la necesidad de invertir los recursos en las actividades que
son el real sustento de la mayoría de cajamarquinos.
La situación crítica en la economía de Cajamarca quita dos máscaras:
la de quienes sostienen que la minería es la panacea; y la de quienes,
oponiéndose a esta actividad, no tienen ni idea de una propuesta
alternativa de desarrollo. Ya sin máscaras, los primeros no son más que
defensores de algún interés empresarial; y en los segundos, queda claro
que su compromiso con la población no es más que una postura mediática.
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